
Luego de un año de pandemia y de vincularnos casi exclusivamente de manera virtual, siento que por momentos nos hemos convertido en una especie de mini robots con una lista de “tareas para hacer”. Esta modalidad del “work from home” trajo aparejado cierta pérdida en la fuerza del vínculo más fraterno con nuestro equipo de pares y líderes, muchas veces limitándonos a relacionarnos pura y exclusivamente por temas de trabajo, dejando de lado por completo, tal vez lo que nos hace más “humanos”, las simples preguntas: ¿Cómo te fue ayer? ¿Cómo te sentís hoy? ¿Qué proyectos tenes?
En una normalidad laboral “pre Covid”, este tipo de preguntas las solíamos hacer de forma cotidiana, tomándonos un café en el escritorio, almorzando juntos en el comedor, compartiendo una mesa de trabajo, en reuniones presenciales o simplemente un encuentro en los pasillos donde saber del otro, más allá del trabajo, era la forma más “normal” de relacionarnos.
La oficina parecía oficiar de “lugar de encuentro” necesario donde todo esto convergía y donde se cultivaba ese relacionamiento genuino no sólo entre los integrantes del equipo, sino ese vínculo intrínseco de compromiso con la organización, donde la convivencia en los mismos espacios nos permitía entender que íbamos todos para el mismo lado.