La oficina como reflejo de la cultura corporativa

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Luego de un año de pandemia y de vincularnos casi exclusivamente de manera virtual, siento que por momentos nos hemos convertido en una especie de mini robots con una lista de “tareas para  hacer”. Esta modalidad del “work from home” trajo aparejado cierta pérdida en la fuerza del vínculo más fraterno con nuestro equipo de pares y líderes, muchas veces limitándonos a  relacionarnos pura y exclusivamente por temas de trabajo, dejando de lado por completo, tal vez lo que nos hace más “humanos”, las simples preguntas: ¿Cómo te fue ayer? ¿Cómo te sentís hoy? ¿Qué proyectos tenes?  

En una normalidad laboral “pre Covid”, este tipo de preguntas las solíamos hacer de forma cotidiana, tomándonos un café en el escritorio, almorzando juntos en el comedor, compartiendo  una mesa de trabajo, en reuniones presenciales o simplemente un encuentro en los pasillos donde saber del otro, más allá del trabajo, era la forma más “normal” de relacionarnos. 

La oficina parecía oficiar de “lugar de encuentro” necesario donde todo esto convergía y donde se cultivaba ese relacionamiento genuino no sólo entre los integrantes del equipo, sino ese  vínculo intrínseco de compromiso con la organización, donde la convivencia en los mismos espacios nos permitía entender que íbamos todos para el mismo lado.

El foco estaba claro porque  desde el accionar de las personas, las reuniones espontáneas, las puertas abiertas o cerradas de las salas, los debates de ideas que duraban horas, nos permitían conocer desde las entrañas a la organización y entender su cultura. Nos permitía sentirnos parte de ella, nos daba ese sentido de pertenencia. Como dice Xavier Marcet especialista e n organizaciones “La cultura vive más en lo  implícito que en lo explícito…es lo que la gente hace cuando nadie lo ve”.  

Hoy, en medio del contexto que nos toca vivir a todos, creo que el mayor desafío para las organizaciones es recuperar ese vínculo más genuino con sus colaboradores y fomentar su  “engagement” con la compañía. Una herramienta valiosa para ayudar a lograrlo es brindarles un espacio de trabajo donde se sientan confortables, motivados, que impulse la innovación, un lugar que les aporte valor, porque de esa manera es como cada uno se potencia y logra sacar lo mejor de sí.  

La oficina debe estar siempre al servicio de las personas que la habiten. Es por eso que en éstos  tiempos, pareciera ser una premisa fundamental que las organizaciones hagan una pausa para observar, no solo si sus oficinas cumplen con las medidas y protocolos sanitarios imprescindibles, sino ir un poco más allá, y proponerse re-pensar y re-diseñar los espacios de trabajo. Para esto, será fundamental que tengan en cuenta, además de los nuevos paradigmas que ya no se pueden seguir evadiendo como la flexibilidad, la biofilia, la tecnología, los lineamientos  culturales que se quieren comunicar, logrando así fidelizar a sus colaboradores actuales y seducir a los potenciales para que también deseen “ser parte”.  

El diseño bien aplicado en los espacios de trabajo se traduce en sentimiento de bienestar, no sólo físico sino psíquico, por lo tanto, ese lugar de encuentro debe ser una experiencia en sí misma. Cuanto más a gusto se sientan los colaboradores, más predispuestos estarán para enfrentar los nuevos desafíos; cuanto más identificados se vean con las organizaciones, más comprometidos  estarán.